La pasión iba sentada en el autobús, tenía forma de hombre recién duchado. Me miraba sin ningún disimulo como cada mañana camino del trabajo. Dos meses ya desde que nos vimos la primera vez. Me cedió el asiento con suma amabilidad y le di las gracias con una sonrisa de sueño todavía.
Desde entonces no faltaba el saludo mañanero y a veces el roce al pasar buscando los asientos que quedaban libres, cerca o lejos uno de otro, pero casi siempre a la vista. Pensaba mucho en él, e incluso tenía fantasías sexuales que no me atrevo a contar a nadie.
Era un hombre muy interesante, le calculaba unos 40 años, llevaba el pelo engominado y su colonia me dejaba medio lela,. Por su atuendo traje y corbata, deducía que trabajaba en alguna oficina o en un banco, o era comercial, no sé, me dio por inventarle su vida, pensé que era un casado cansado de estarlo y que su mujer no le satisfacía sexualmente. Incluso le inventé un nombre, así es que sería Javier.
Día a día la pasión fue creciendo hasta doler, sus miradas me desnudaban,y debajo de la ropa mi pechos erguidos clamaban sus caricias. Observaba cada gesto suyo cuando creía que no se daba cuenta, sus manos bien cuidadas eran mi locura, su boca carnosa, su todo.
Ahora, 69 días después está aquí a mi lado. La cama como un campo de batalla es el testigo de una tarde de pasión, mi cuerpo hace un rato fue suyo, sigue siendo suyo porque nadie como él ha conseguido que despertaran las palomas de mis manos y que mi sexo se abriera como una flor después de tanta soledad. Nadie como él ha conseguido que una tarde parezca un paisaje donde me pierdo sin querer encontrar la salida. Cansada y calmada, me apetece cerrar los ojos y abrazada a su pecho pronunciar la palabra felicidad.